EXPLICAR: El canto del grillo


Había una vez  un indio que vivía en una reserva, donde trabajaba y estudiaba.
Un día decidió visitar a un amigo blanco, que moraba en una gran ciudad y al que apreciaba mucho. Todo era nuevo y desconcertante para el indio. Hermosas avenidas llenas de coches, de ruidos, edificios altos,  una multitud de gente apresurada.
Iban los dos paseando por la calle cuando, de repente, el indio tiró de la manga de su amigo y dijo:
-¡¡Párate un momento!! ¿Oyes?  ¡¡Escucho el canto de un grillo!!
-¿Que oyes un grillo? -dijo extrañado el hombre blanco. Aguzó el oído, sacudió la cabeza y dijo:
-Yo lo único que oigo es el ruido del tráfico. Me parece que estás en un error, amigo... aquí no hay grillos... y si los hubiera, sería imposible escucharlos en medio de este estruendo.
Pero el indio avanzó unos pasos, se paró ante una pared  donde había una vid silvestre… y… ¡¡Allí estaba el grillo!!!
-Está claro que sólo tú podías oír el grillo. Tú eres indio y tienes más desarrollado el oído que los blancos.
-No estoy de acuerdo con eso -dijo el indio-. Y te lo voy a demostrar.
Metió la mano en el bolsillo, sacó una moneda y la dejó caer sobre la acera. Al oír el tintineo del  choque con el asfalto, todas las personas en varios metros a la redonda se volvieron  mirando a todos lados. El indio recogió la moneda y dijo:
- Nuestro oído no es mejor que el vuestro. Simplemente, cada uno oye bien únicamente aquello a lo que le da importancia.

“Así pues, la fe resulta de oír el mensaje, y el mensaje llega por la palabra de Jesús". Romanos 10:17

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