Explicar: El nabo


Una vez un hombre viejo plantó un nabo. Todos los días lo regaba y decía:
– ¡Crece, crece, pequeño nabo, crece y hazte mayor!
Y el nabo creció y se hizo muy grande y dulce. Entonces, el hombre viejo fue al campo para arrancarlo. Y tiró y tiró, pero no consiguió arrancarlo de la tierra. Así que llamó a su mujer.
La mujer tiró del hombre y el hombre tiró del nabo. Pero no consiguieron arrancarlo. Así que la mujer llamó a su nieta.
La niña tiró de la abuela, la abuela tiró del abuelo, el abuelo tiró del nabo y a pesar de sus esfuerzos, no pudieron arrancarlo.
Así que la niña llamó al perro negro. El perro tiró de la nieta, la nieta tiró de la abuela, la abuela tiró del abuelo, el abuelo tiró del nabo… pero no pudieron arrancarlo.
Así que el perro llamó al gato. El gato tiró del perro negro, el perro tiró de la niña, la niña tiró de la abuela, la abuela tiró del abuelo y el abuelo tiró del nabo, pero no consiguieron arrancarlo.
Así que el perro llamó a la rata. Y la rata tiró del gato. El gato tiró del perro. El perro tiró de la niña. La niña tiró de la abuela. La abuela tiró del abuelo. El abuelo tiró del nabo. Y tiraron, y tiraron y al fin consiguieron arrancar el nabo.
Alexei Tolstoi 

Ayudar a otro de forma desinteresada es un auténtico gesto de generosidad que también implica empatía y solidaridad. Pero es algo que nos reconforta. Ayudar a una persona a hacer realidad sus sueños nos hace felices también a nosotros. Tal vez porque así también nos sentimos importantes y útiles, algo que contribuye a mejorar nuestra autoestima y amor propio.

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