Aprender: La rama y el tronco

 

Érase una vez un árbol frutal con un enorme tronco y dos grandes ramas que salían de él. Con sus fuertes raíces, se hundía en el suelo y se agarraba fuertemente a las entrañas de la tierra.
Cuando soplaba el viento, el árbol se inclinaba y las ramas se torcían. El viento chocaba con sus sacudidas contra el árbol y parecía que iba a arrancar las ramas y que éstas saldrían volando... Incluso se podía oír, si se escuchaba bien, los gemidos y suspiros de las hojas al ser abofeteadas por el viento.
Pasado el temporal, todo volvía a la calma. El árbol se levantaba otra vez como si nada hubiera pasado y se mostraba feliz y contento, orgulloso de sus ramas, del follaje y de sus frutos y maduros.
Todo iba muy bien hasta que un día... una de las ramas, muy presumida y harta de ser sacudida continuamente por el viento, gritó:
- ¡No hay derecho! A mí siempre me toca recibir todas las bofetadas del viento. Siempre me toca perder las hojas de mi traje cuando sopla fuerte. Además, siempre es el tronco quien recibe las alabanzas y los afectuosos saludos de las personas. Él se agarra fuertemente al suelo con sus raíces y, como si nada... En cambio, yo... Si hace frío... yo lo abrigo con mis hojas y ramitas. Si hace calor y sol... yo cubro su cuerpo con mis hojas. Si hace viento... yo tengo que inclinarme y casi muero constipada. Además a mí siempre me cortan mis ramitas cada otoño, me podan y me dejan medio desnuda... ¡Qué vergüenza paso en invierno! ¡Y qué frío cuando cae la nieve...! Luego llega la primavera y el verano... Y cuando tengo los frutos, vienen los hombres y me arrancan a mis hijos. Me los quitan y me los arrancan sin cuidado alguno. ¡Si al menos pidieran permiso!. Pero, ¡caray!, siempre hablan del tronco y con el tronco. Que si es un tronco muy alto, muy grande, muy resistente... Incluso los enamorados escriben sus nombres dentro de un corazón en su corteza... ¡Ah!, esto debe acabar. Me separaré de este árbol ¡Se ha terminado!
Y un día de fuerte viento, aprovechó un soplo del viento para darse un estirón y !zas!, se separó del árbol. ¡Ay, qué feliz se sentía! Por fin era libre. Era ella, sólo ella. ¡Cómo reía al notar triste el árbol y verlo llorar!
Porque el árbol lloraba. De la herida producida al separarse la rama, caían unas lágrimas silenciosas... ¡Y cómo se reía la rama...! Hasta que, de repente, se dio cuenta de que le faltaba la respiración. Quería respirar y no podía... Se dio cuenta de que las hojas se volvían amarillas, se arrugaban y caían muertas y podridas. También sus frutos se estaban secando y pudriendo... Y notó cómo, sin estar unida al tronco, no valía para nada, no tenía vida.
Entonces quiso llorar, pero no podía: no le quedaba ninguna lágrima. Se había secado y ya no era una rama.
¿Crees que la rama actúa correctamente? ¿Cómo actúa la rama? ¿Con su decisión qué pasa? ¿Qué podemos hacer nosotros para actuar como buenos hermanos? ¿Pensamos con los demás cuando tomamos decisiones? ¿Qué conclusiones sacamos del cuento? ¿Y cómo las aplicamos al día a día?

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