Emocionarse: Ternura


Algunos seres despiertan nuestra ternura: un cachorro, un árbol a punto de florecer. un abuelo, un niño recién nacido... La ternura es cercanía, cariño, compasión.
Sentimos ternura frente a personas, seres y objetos indefensos o que no parecen amenazadores.

¿Dónde está la ternura?

La ternura está en tu interior. Pero son las demás quienes abren las puertas de tu propia ternura. Su fragilidad despierta nuestro deseo de ser suaves, atentos, comprensivos. La ternura es una invitación al amor.

La ternura también la encontramos en Navidad. “Encontrará a un niño envuelto con pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2,12). Éste es el signo de siempre para encontrar a Jesús: la sencillez frágil de un niño recién nacido, la dulzura al verle tumbado, la ternura de los pañales que lo cubren. Allí está Dios. Por eso, durante este tiempo navideño, quédate en algún momento contemplando el Belén porque allí nos habla la ternura de Dios y se enternece nuestra mirada.

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