Explicar: La primera misión de Melis
Había llegado la primavera y los campos verdes empezaban a llenarse de flores. En un prado lleno de margaritas y tréboles, colgada de un roble grande, vivía una colmena de abejas ajetreadas. Melis, una abeja joven y decidida, estaba especialmente emocionada: ese día sería su primera expedición de polinización.
—Hoy es tu primer día, Melis —le dijo su madre—. Recuerda: vuela con suavidad y respeto, de flor a flor.
Con las brillantes alas y las patitas limpias, Melis salió de la colmena entusiasmada.
—¡Haré un buen trabajo! —dijo decidida.
Todo iba bien hasta que, de repente, un fuerte soplido de viento la arrastró lejos. Después de volar descontrolada, acabó cayendo en un prado seco y abandonado.
—Este sitio... antes estaba lleno de flores —murmuró, reconociendo el paisaje.
Entonces oyó una voz suave:
—¿Hola...? ¿Hay alguien?
Detrás de una piedra había una flor marchita que se presentó:
—Soy Malva.
Melis se acercó.
—¿Por qué está tan triste este prado?
Malva suspiró.
—Un día vinieron máquinas, lo destruyeron todo y después lo abandonaron. Ya no viene ninguna abeja. Yo soy la última, y cada día me cuesta más...
Melis miró a su alrededor, decidida:
—Te llevaré polen. Quizás así podrás recuperarte.
Con determinación, volvió a volar y reencontró el camino hacia la colmena. A su llegada, todas las abejas se alarmaron.
—¿Dónde estabas? ¡Nos has hecho sufrir!
Ella lo explicó todo:
—He encontrado un prado abandonado, pero todavía queda una flor viva. Si Malva resiste, quizás pueden volver a crecer flores.
Algunas abejas dudaban, pero la reina habló:
—Melis, quizá eres pequeña, pero tienes el corazón muy grande. Si tú crees, mañana iremos todas.
Al día siguiente, cuando el sol salió, un grupo de abejas encabezadas por Melis volvieron al prado seco.
—Has vuelto... ¡y no estás sola! —dijo Malva, emocionada.
—¡Te lo prometí! —respondió Melis.
Todas las abejas trabajaron duro, volando de flor en flor y esparciendo polen. Poco a poco, la vida volvió a la pradera.
Pasaron los días, y con el calor del sol, el agua y la ayuda de las abejas, el prado se llenó nuevamente de flores, insectos, e incluso un pequeño pájaro anidó.
Un año después, Melis, ya mayor, volvió a visitar Malva, ahora rodeada de flores de todos colores.
—¡Mira todo lo que has conseguido! —dijo la flor.
—Lo hemos conseguido entre todas —sonrió Melis.
Y así, con una suave brisa y el prado lleno de vida, una nueva primavera empezaba.
Con esta historia descubrimos la importancia de las abejas, el valor de las pequeñas acciones, y cómo, gracias a la colaboración, incluso los lugares más tristes pueden volver a florecer.
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